Mi despedida

Pequeña al fin y al cabo, tu y yo sabíamos ya que esto acabaría. Nuestra despedida fueron esos últimos días, esas noches en las que no podía dormir y ponía las manos en mi tripa y tu me dabas mil patadas, esa fue tu manera de decirme adiós, tanto tu padre como yo lo dijimos más de una vez, parecía que te despedías pero aún así luchaste tres largas semanas.
O quizás ni siquiera era necesaria una despedida, porque durante 20 semanas te he demostrado todo, y con eso basta. Solo yo sé cuando te quería, nadie más lo imagina, o a lo mejor tú si, puede ser que tu lo sintieras a través de cada una de los millones de veces que me acaricié la tripa. Seguramente te trasmitía mi ilusión al elegir cada uno de tus pijamas, al sacarnos nuestras fotos cada semana, al celebrar cada día oír tu latido antes de dormir, ese latido que se ha convertido en mi ruido favorito. 
Definitivamente estoy segura que no hacía falta más despedida entre tu y yo, porque durante estos meses nos hemos dado todo la una a la otra. Yo siendo tu cuna y tu llenándome de vida y de planes. Sobra decirte que añoro la vida que no tendremos juntas.
No nos hace falta despedirnos porque una parte de mi se fue contigo y una de ti seguirá siempre aquí conmigo. De haber pasado las cosas cinco semanas después, otro habría sido el final, estarías aún aquí, como la guerrera que eras...

Mi guerrera. 





Soñaba que serías un ángel, pero no pensé que volaras tan pronto

2 comentarios:

  1. Ánimo valiente, me encanta el nuevo aspecto de tu blog, vengo para quedarme, ya lo sabes. Un abrazo y gracias por tus palabras de aliento.

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  2. Te he intentado dejar este mismo comentario en otra entrada, concretamente en la última, pero imposible.

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